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Repensar el mundo
Julio Ceballos. Especialista en internacionalización, estrategia de mercado y negociación comercial en China. Autor del del bestseller Observar el arroz crecer. Cómo habitar un mundo liderado por China. www.julioceballos.com

 

 

El fin de la pandemia nos ha despertado en un mundo que no se parece demasiado al remanso de paz, bienestar barato, consumo creciente, abundancia material, energía fácil y dominación occidental en el que creíamos vivir. El reciente ascenso y renovada pujanza de China nos obliga a tomar conciencia de que entramos en la fase final de un ciclo histórico – 150 años – de dominación mundial occidental y nos empuja a prestar más atención a lo que está ocurriendo en el otro lado del mundo. Comprender China es crucial para comprender el futuro.
Asia, con China a la cabeza, está a punto de tomar la delantera a un orden geopolítico en el que han predominado los atributos occidentales durante los dos últimos siglos. En 2030, Asia concentrará dos tercios de la clase media mundial. Más allá del afán de conocimiento, empatía cultural o la sana curiosidad, es una cuestión de competitividad: para mantener parte de nuestro actual bienestar y calidad de vida, importancia, peso geopolítico, capacidad de negociación e influencia, debemos aprender a convivir con la realidad asiática y a desentrañar la lógica que emplea la mayoría del mundo (60% de la población global vive en Asia) para diseñar su futuro.

Si algo nos ha enseñado la pandemia es que el mundo es un lugar altamente interconectado, que la exportación representa un sólido pilar de crecimiento y que, para bien o para mal, lo que sucede en China tiene un gran impacto en las empresas y en la economía mundial: el mundo entero se quedó sin microchips debido al cuello de botella que sufrió China con la pandemia y a la distorsión en la cadena de suministro global.

China no va a desaparecer, va para largo y tiene aún mucho potencial sin aprovechar. Las apuestas sobre el año en que China superará a EEUU como primer PIB mundial bailan entre el 2028 y el 2033. Ya le ha superado en gasto en I+D sobre PIB y sus universidades destacan en los ranking mundiales. China es financiador neto de la economía global y se encuentra en el centro de la región económica más grande y dinámica de un mundo que, lejos de americanizarse, se “achina” a pasos agigantados. Además, con el programa Nueva Ruta de la Seda para financiar infraestructuras, China está ampliando su área de influencia a otras partes del mundo, léase África, América Latina o Eurasia. Actualmente, ya es el principal socio comercial de más de 150 países, tiene una balanza comercial con un enorme superávit (571.937 millones de euros), lo que le permite atesorar el mayor volumen reservas de divisas del mundo (2,75 billones de euros).
Sin duda, China es vector de crecimiento futuro, un polo de atracción de inversión y un centro del consumo global. Un lugar que no hay que perder de vista y que presenta una inmensa oportunidad de negocio.
China sigue siendo la gran fábrica del mundo, y poco a poco va dejando atrás viejas prácticas de copiar o imitar. Ahora lidera gran parte de los nuevos desarrollos en la economía digital y aspira a ser, en 2030, líder en Inteligencia Artificial. China tiene una de las mayores y más rápidas redes fijas y móviles de conexión a Internet, es líder mundial en economía digital y comercio electrónico -Aliexpress, Shein y WeChat son mundialmente conocidas- y en el desarrollo de Inteligencia Artificial aplicada tanto a la industria como a la medicina, la agricultura y los propios consumidores y los propios consumidores están habituados al pago por móvil, los asistentes de voz y los traductores en tiempo real. El gigante Baidu acaba de lanzar su propio GPTChat (Ernie Bot).

Pese a la creciente rivalidad transpacífica, Asia y China componen una realidad irreplicable, sin la cual no podemos vivir. Tanto es el peso geopolítico que tiene hoy este “Estado-civilización” -China-, que no hay ya un sólo problema global que se pueda atajar sin el concurso de Pekín. El ascenso de China no va a cambiar el tablero ni las fichas, pero sí las reglas del juego internacional. Dicho cambio supone el mayor acontecimiento histórico y desafío geopolítico de los próximos 50 años y nuestra mayor oportunidad (o amenaza) profesional y empresarial futura. La magnitud del reto contrasta con el desconocimiento imperante sobre este país. Convivir y comprender China será, para quienes habitamos en Occidente, uno de los grandes desafíos del siglo XXI.

La oportunidad de mercado en China para las empresas occidentales no deja de crecer. Con 400 millones de personas disponiendo de una capacidad adquisitiva equivalente a la media europea, China es el primer mercado mundial en múltiples segmentos de bienes de consumo físicos (especialmente en el medioambiental, salud y cuidado personal, moda, alimentación, bienestar, ocio y educación) y es líder en comercio electrónico. Desaprovechar el acceso a esa enorme bolsa de consumidores tiene un coste de oportunidad muy alto, pero saber aprovecharlo exige salvar adecuadamente la distancia cultural existente y generar estrategias a largo plazo que permitan adaptar el modelo de negocio a la competitividad y el dinamismo que le son propios al mercado chino. Además, China es nuestro primer socio comercial (no europeo) y, también, el primer inversor en España (fuera del perímetro OCDE).
La inflación, el control antimonopolio sobre sus grandes consorcios empresariales privados, la trampa de rentas medias, la crisis inmobiliaria, las normativas medioambientales para el cumplimiento de su agenda de descarbonización o la tensa rivalidad geoestratégica con EEUU, pueden animar a pensar que China es un gigante con pies de barro, pero China tiene sus propios planes. Pekín ha apostado, con éxito, por su propia estrategia de desarrollo económico: un modelo basado en el control del mercado, el crecimiento sostenible, la innovación tecnológica y el consumo interno.
La presencia de marcas y multinacionales españolas en China es destacada y no siempre se pone adecuadamente en valor, pues es modesta en comparación con la de empresas francesas (el doble) o alemanas (9 veces más). Muchas obtienen en China buena parte de sus ventas. Esto se acentuó con la pandemia. China es el mayor mercado de consumo a futuro, el único con potencial de crecimiento sólido y sostenido en las próximas décadas y, para muchos, la única posibilidad de multiplicar su negocio. Quienes ya están operando en China, quieren reposicionarse para aprovechar todo el potencial; quienes lo intentaron y fracasaron, buscan otra oportunidad; y quienes aún no están, no quieren seguir renunciando a este enorme mercado.
Pese al proceso de re-globalización post-pandémico, a la llamada a un -inviable- decoupling y a la regionalización de ciertas dinámicas comerciales, de aquí al 2030, tanto en términos de exportación, como de distribución, inversión o producción, las empresas españolas se juegan mucho en China. Tanto aprovechar esa oportunidad como competir con China exige aprender a habitar un mundo con atributos cada vez más chinos.
Comprender el futuro que construye China -se mantengan o no relaciones comerciales allí– exige de una mirada “desde dentro” al país, pues su múltiple potencial disruptivo (económico, financiero, tecnológico, geopolítico, etc.) nos obliga a repensar el mundo de mañana. En definitiva, un imperativo para mantener la competitividad en el siglo XXI.