Inteligencia humana, comunicación y negligencia artificial
ENRIQUE SUEIRO
Asesor de comunicación directiva

www.enriquesueiro.com

Inteligencia como sustantivo rima con adjetivos como emocional, creativa y contextual, pero no con artificial. Del latín intus legere (leer dentro), la persona inteligente es capaz de penetrar en dimensiones profundas de la realidad. Esta mirada interior se complementa con otra exterior magistralmente descrita por Chesterton cuando decía que “thinking means connecting things”. Si pensar consiste en relacionar (bien) cosas (relevantes), qué difícil imaginar semejante pericia en una máquina, entre otras razones, porque las cosas importantes no son cosas.

En el caso de las realidades entrañablemente humanas, poliédricas por definición, menudo desafío calibrar el impacto del miedo, la compasión, el resentimiento, la vanidad, el cariño, la incertidumbre, el amor, la ambición, el honor, la dignidad… ¿Cómo medir todo lo mucho omitido que incluyen los puntos suspensivos anteriores a esta frase?, ¿qué algoritmo es fiable para valorar el compromiso?

El fascinante mundo de la comunicación personal y directiva tiene mucho de ciencia y, aún más, de arte. Desde luego, no es una ciencia exacta porque, gracias a Dios, los seres humanos no somos exactos. ¿Qué métrica mide con precisión el grado de libertad personal y sus consecuencias ejecutivas?, ¿cómo se gestionan las percepciones, necesariamente subjetivas y cambiantes?

Recordemos, porque ya las hemos vivido, situaciones de crisis múltiple (económica, emocional, social…) como una pandemia o un atentado terrorista de gran impacto, como el 11-S. ¿Qué inteligencia no humana es capaz de responder con más tino que el entonces alcalde de Nueva York cuando le formularon una pregunta tan concreta como imposible de contestar a las pocas horas de aquel día tan triste de 2001.

 

  • ¿Sabe el número de bajas (casualties)?
  • Ahora nuestra prioridad son las víctimas y sus familias. No debemos especular con la cifra que, cuando la conozcamos, será muy superior de lo que podemos soportar.

Dudo que el entonces lúcido Rudolph Giuliani pudiera verse superado hoy en comunicación efectiva por el más sofisticado sistema artificial. Quienes hemos padecido atentados terroristas y vivimos para contarlo somos, quizá, más conscientes de lo difícil que resulta comunicar cuando es necesario hacerlo, aunque no dispongas de datos. Es la hora de la prudencia y de gestionar emociones. También es el momento TV (temple y visión) para dar la cara y poner voz con serenidad, elegancia y claridad. Es insensato hacer predicciones categóricas, pero sí es prudente extremar la cautela si alguien elude la responsabilidad de pensar y delega la sensibilidad de comunicar. El resultado bien podría ser un gran fallo multiorgánico por negligencia artificial.

Nadie sensato discute la bondad de los avances tecnológicos, como tampoco la necesidad de las normas de tráfico y la legislación en la sociedad. Pero las leyes no están, en su sentido más profundo, para la formalidad de cumplirse, sino para ayudar a las personas. Adelantar en una curva no está mal porque lo prohíba la DGT, sino porque ponemos en peligro nuestra vida y la de otros (y por fortuna, además, la DGT lo sanciona).

Un falso progreso ciega a muchos con el señuelo de estar a la última a costa de dejar de estar a la primera. No perdamos el norte ni olvidemos que es más importante la brújula que el cronómetro. Para ello puede orientar el Principio PEPA: primero las personas, después los papeles.

Julio 2023