“Auditoría Interna es un oficio en el que no se puede ser ni cobarde ni demasiado audaz”
Antonio Garrigues Walker es un humanista que siempre deslumbra por su visión. Hablamos con él de muchas cosas. También de Auditoría Interna: “Es un oficio en el que no se puede ser cobarde ni demasiado audaz. Es un equilibrio que busca el bien común de la empresa, de los accionistas y del país”
Autor: IGNACIO BAZARRA, periodista
Fotos y vídeo: Ángel Navarrete

 

Su despacho parece un museo dedicado a James Joyce. Tal es su pasión por el autor irlandés que hace meses le tributaron un homenaje en el Ateneo con motivo del Bloomsday. En las estanterías de Antonio Garrigues Walker hay libros de leyes, pero se imponen la literatura y el pensamiento. Nació en septiembre de 1934, justo cuando Hitler se proclamaba Führer, Mao iniciaba la Larga Marcha y estallaba la Revolución de Asturias. Su biografía corre paralela a los momentos estelares del siglo XX, que en España culminaron por fortuna en la Transición y en una ejemplar modernización de las instituciones, de la sociedad y del tejido empresarial español.

A sus 88 años, es presidente de honor de Garrigues, preside la Fundación Garrigues y sigue trabajando. Los meses de aislamiento le permitieron escribir el libro “Sobrevivir para contarla”, donde vierte sus reflexiones tras superar la Covid-19 parafraseando las memorias de García Márquez. Pero también le regalaron tiempo para releer “Ulises“ y “Finnegans Wake”. Conversamos en uno de esos fríos días azules donde la primavera batalla contra el invierno en el cielo de Madrid.

– Hay un lema renacentista atribuido a Leonardo, ancora imparo, en español siempre aprendiendo. De usted se podría decir que lo ha hecho todo y sin embargo parece, a la luz de su intensa actividad, que aún le queda todo por hacer.

– Hay que estar aprendiendo siempre. El cerebro es también un músculo y lo que no puedes hacer es dejar de utilizarlo. Si no lo ejercitas, se debilita. El proceso de aprender es infinito. No hay límite. Yo por eso siempre digo que uno tiene muchos derechos, pero no el derecho a jubilarse. Tiene derecho a cambiar de oficio, a hacer otras cosas, pero conectar la felicidad con la idea de no hacer nada a mí me parece una idea dramáticamente nefasta. Hay que estar permanentemente ocupado.

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– Siempre le hemos visto como una persona difícil de encasillar, con voz propia. ¿Cómo se preserva esa independencia en el mundo de la empresa? En el caso de los auditores internos, es una profesión que exige expresamente rigor, independencia y autonomía.

-Yo a los auditores les diría que fueran realmente independientes y no tengan miedo a esa independencia. Que sean objetivos. Que realmente valoren lo que tengan que valorar y lo hagan con toda firmeza y seguridad. Es un poco lo que va a darles fuerza en su profesión, que es una profesión importante y seria. En España todo lo que sea auditoría, interna o externa, es bueno. Y todos tenemos que acostumbrarnos a vivir en ese tipo de procesos. Siempre se descubren defectos y no hay ninguna actividad humana que esté al margen de esa imperfección.

 – Usted ha sido testigo del surgimiento de las nuevas figuras de contrapeso y supervisión en las empresas, todo un ecosistema de buen gobierno, rendición de cuentas y ponderación de los riesgos con el auditor en el centro.

– ¡Qué duda cabe de que tiene que haber controles! Conviene que haya ese tipo de profesión que se ocupe de defender al accionista y vigilar los procesos internos. Y lo normal es que cada vez tengan más importancia y más influencia. Es un oficio en el que no se puede ser ni cobarde ni demasiado audaz. Es un equilibrio en donde lo que se busca es el bien común de la empresa, el bien común de los accionistas y el bien común del país.

 –Vivimos quizá un exceso de regulación, donde queremos codificar al detalle el funcionamiento de las organizaciones. Una consecuencia de ello puede ser que todas las empresas se parezcan unas a otras por los corsés tan estrictos que se les imponen. ¿Hay menos margen para la diferenciación, para la creatividad?

-Tienes que haber un límite entre la regulación y la sobrerregulación. La sobrerregulación, como todo ejercicio que supera lo normal, es negativa. Limita la capacidad de innovación y genera cierto miedo a avanzar. Que la regulación sea buena o mala es la clave de un país. Como todo en la vida, todo lo que se haga para generar más dificultades y más problemas es malo. La regulación tiene que ser una vía de acción útil.

 

» El cerebro es también un músculo y lo que no puedes hacer es dejar de utilizarlo. Si no lo ejercitas, se debilita.»

-Decía un antiguo CEO de Disney que los empresarios se habían convertido en líderes al carecer la sociedad de referentes en otras áreas, como la política o el pensamiento. Un liderazgo que demandan incluso los propios empleados. ¿Ve florecer ese liderazgo en España?-

-El tema del liderazgo es importante, y en un país como España aún más. Porque no se entiende bien, ni se acepta esa figura. En el mundo empresarial tiene que haber líderes. Otra cosa es que lo hagan bien o mal. En España, si hay algo en estos momentos, es falta de liderazgo. Tiene que haber liderazgo político, cultural, social y económico. Los liderazgos no pueden ser eternos ni deben buscar ser eternos.

Una cosa que yo siempre echo de menos cuando comparo la metodología europea con la anglosajona es que en el mundo anglosajón vas a un año y, al cabo de 2 o 3 años, si vuelves, te das cuenta de que la mayoría de la dramatis personae ha cambiado. Mientras que en Europa hay una resistencia tremenda a dejar de ser líderes. Es un modelo anticuado. La renovación es muy lenta y por tanto los procesos de innovación son muy lentos. Estamos en un mundo donde los procesos de cambio son tan rápidos que quedarse quieto, inmóvil, es una actitud muy peligrosa y muy poco inteligente.

-Vivimos tiempos de incertidumbre y vulnerabilidad, como escribe usted en sus últimos libros. ¿Cuáles son los principales riesgos a los que se enfrentan las empresas?

– Siempre habrá incertidumbre. Hay que aceptar que la incertidumbre y la duda no son tan malas. Y adaptarse a un mundo en donde hay muchas incertidumbres es la obligación de todo líder empresarial. Un buen líder es una persona que acepta que los niveles de incertidumbre no van a ir reduciéndose, sino aumentando. Vamos a un mundo cada vez más complejo. Yo he vivido cuando las empresas españolas tenían una competencia internacional muy leve. Ahora hay una competencia tremenda. Una empresa china te puede quitar el negocio en Europa o en Latinoamérica. Hay que tener una mente global. Ver el mundo redondo, como decía Kissinger. Y si lo vemos plano es que estamos cometiendo un error.

 

Martin Luther King decía que, aunque el mundo fuera a desaparecer en ese momento, él seguiría plantando un árbol. A Antonio Garrigues le conmueve esa actitud del gran líder de los derechos civiles. “La idea de crear algo nuevo, hacer que algo crezca. Mantengamos esa sugerencia. Plantar un árbol significa muchas cosas. A mí me gusta la frase. Mi consejo es que los jóvenes la lean, la acepten y la apliquen”. Los jóvenes tienen que empujar y sustituir a los mayores. El relevo en las empresas debe ser natural y él aplicó ese principio en la firma. Tampoco abomina de la tecnología ni entiende a los tecnófobos. “La tecnología va a cumplir en el mundo un papel cada vez más decisivo. Hay gente a la que eso le molesta. Sinceramente, no entiendo por qué. Los procesos de cambio son procesos muy alegres y motivantes. Pensar que nada está quieto, que todo es móvil y que, por tanto, debemos tener la mente permanentemente en proceso de readaptación”.

 

-Si hablamos de tecnología no podemos obviar la dependencia de las pantallas y el efecto que tienen sobre ese músculo del que hablamos antes: el cerebro. ¿Le preocupa?

-Como en todos los procesos, no hay que dejarse dominar por la tecnología. Las personas que se dejen dominar y que estén todo el día absorbidas por la pantalla tendrán que pagar un precio. De vez en cuando hay que levantar la cabeza de la pantalla y vivir. No hay que permitir que nada te esclavice. Nunca.

 –No podemos evitar hablar del drama de la guerra. De todas las desgracias y plagas de las que hablaban en la antigüedad, esta no depende de la naturaleza, sino del hombre. ¿Cómo podemos conjurar los tambores de guerra que atenazan hoy al mundo?

-Es la pregunta que nos la hacemos todos. ¿Cómo es posible que haya una guerra? Obviamente tiene que ver con la ambición expansiva de los pueblos, con la historia. Lo de Ucrania es algo intolerable. Ahí es donde Europa tiene que demostrar, y creo que está demostrando bastante bien, su capacidad de unión y de lucha. Pero que nadie crea que la lucha no se ha ganado. La victoria sigue estando en peligro. Tenemos que apoyar a Ucrania y advertir a Rusia de que todo tiene un límite y que Europa está dispuesta a defenderse.